jueves, 7 de agosto de 2008

Era una mañana áspera, fría, descontrolada.
La desnudez del cielo contrastaba con el helado ambiente que reinaba en las calles.

Catalina despertó sintiendo un suave olor a café.
Entre sus plumones y sabanas de seda, ahogó un suspiro y se levantó, sintiendo como su pesada ropa de dormir se aferraba a su cuerpo, prisionera de un súbito calor.

Su pecho desnudo mirando hacia el techo, sus ojos verdosos quebrados en las calles. ¿De qué color es la mentira? Una botella junto al velador, algunas heridas en su espalda, cierto aroma amargo resbalando de su boca, queriendo escapar.
Y otro más.
Recostó su rostro ladeado de nuevo en la almohada, contemplando el bullicio naciente de la ciudad luz.
- ¿Quieres?
- No.
Su pelo dorado se mezclaba con las sábanas de miel. Su cara perfecta era la más hermosa máscara que he visto.

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