viernes, 26 de diciembre de 2008

Fines de semana (corrientes de inconsciencia)

Un poco de café y talvez un cigarrillo.
¿Qué más se podía esperar de vos?
Un te quiero, un hasta pronto
Un te olvido, un desamor.
Si te viese en mi ventana a lo lejos
aún en la montaña, esperando,
no te diria esto, amor.
¿Que no sabes que me quebranta el sentido
y que me exalta la emoción?
si me tienes en tus alas
no me sueltes, porfavor.
Pensé un viernes cualquiera
que esta era la ocasión
de acabar con todo esto
de decirte al fin adiós
Tu delicada mentira, del te amo y me gustas
del me excitas y me descontrolas
se transforma en mi prisión
te creo por experiencia
pero no sabes lo que dices, lo digo por intuición.
Si ya sabes que no es cierto
no me digas porfavor,
si fue verdad un mes de aquellos
lo estamos arruinando con deseos furtivos
el alcohol te quita tu arraigado control...
me aprovecho en vano de la situación.
¿Cómo es posible, amor?
Me conoces tu y ellos
sabes lo que valgo y pese a ello
me besas en el cuello
los fines de semana,
dejando quemaduras, que duran toda la semana
Si sólo pudiera no tomarle el peso
y no amarte como amo
Si me importaras la nada, ni esto ni aquello
¿Qué importa un labio más, una mirada menos?
¿Qué importa? Si te amo
los fines de semana
si te tengo, y el resto
me estoy muriendo.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Altazor.

Más q palabras, la poesía es musicalidad y libre expresión, y es esto lo que quiere expresar Huidobro: El ser del verbo, la verdadera escencia del lenguaje, la libertad de letras inocuas que, desprovistas de significado, crean poesía absurda, y nos manifiestan que la escencia es sólo un símbolo y nosotros, los creadores de la poesía, somos los que les damos vida.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Me estoy afixiando.

Te miro y me recuerdas a un niño
Que conocí hace un tiempo atrás
Tenía ojos de viejo y me hacía querer amar.
Tanto lo amaba que quise escapar.

Tanto lo amaba que quise viajar.

Hace unos días caminaba por la plaza
y escuche un ruido estrambótico
Era una combinación de tu voz
y el resplandor de mis gemidos
La noche anterior
Cuando estaba con vos.

Tanto lo amaba que quise llorar.

Esta noche no te tengo en cama
Te miro y los dos estamos grandes ya
Me recordás a un viejo amigo
Sólo que tú si sabés besar.

Tanto lo amaba que quise cortar.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Reducidos a dos cuerpos latiendo en el piso
de tu espacio y de mi tiempo
ya sé
Te hago gritar, ya sé
Nadie sabe que nos matamos continuamente
¿Porqué no olvidar todo de una vez?
Si sólo sobrevivimos del pasado
¿Me das un recuerdo?
No, claro que no, si las camisas cuelgan electrizadas bajo el sol de la ciudad
No me mires más, no mires mis pechos
Brillo a tus ojos mas se pierde claridad
¿No?
Sólo un beso más
Me gusta estar en tu piso, sin sonidos más que la respiración
El gato azul que me hipnotiza
¿A dónde me llevará?
A las camisas las azota el viento y yo aquí
Las baldosas frías
Ya no me mires más
Me gusta reir a tu lado, niño
Me gusta como me tomas la mano
Allá van las camisas, cerca de mi casa
Pero quedemonos aquí
Un beso más y nos vamos a la cama.

martes, 26 de agosto de 2008

tuyo

¿Cuándo?
cuando ya no somos sueños ni palabras, una constante siempre tiende a un final
es asi la vida
son asi tus ojos que al mirarme me dan ganas de llorar si sólo supiera cómo respirar
recuerdo los adoquines, las grandes plazas, los cafés bohemios y tus librerías
como si estuviera hoy contigo
como si supiera cómo es estar contigo
y quebrándo el vaso azul eléctrico sólo con la mirada me dije tengo que hacer algo
la pendiente m entre el famélico anhelo de dejarse llevar y el ímpetu del vivir
mucho gusto hamlet
que niños somos y cuanto hemos caído
no nos damos cuenta y tropezamos con las palabras precioso
precioso amor que al final siempre hiere, el cliché del inmortal
yo sé que no somos eternos y asi nunca me aburriré de ti
cantando oraciones me despido de ti
del otro lado del mundo nos cruzan mil montañas
tú sabes que siempre me has tenido
como olvidar algo más antiguo que uno mismo
susúrrame a lo español y dime donde y cuando
nos volveremos a encontrar fuera de las palabras
más allá del miedo y las circunstancias
¿allá, lo ves? donde nace el sol.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Frenesí
No me mires con el rostro amargo
Sonríe,
pero alicaído
No me mires, con tu miedo golondrina.
Tranquilo
¿Cómo quieres que olvide?
Sentimientos, alegrías
No me pidas que te diga
te quiero, sólo hazme feliz.
Ayúdame
sin miedo, sin miedo
uno, dos y tres
No mires al revéz
Cántame la vida
y sueña sin color, que es mejor
a veces ver un poco, distorción.
¿Qué se yo?
Sólo un poco de amor
un frasco de miedos,
no me llames ya
necesito pensar, pensar, pensar
llorar, llorar, rezar
Tranquilo, corazón
Mirame con paz
Yo te la daré, te cuidaré
dame algo de tiempo
Yo te entenderé.

martes, 12 de agosto de 2008

Tú.


Jazz.

Me miras con tus manos que ya saben besar.
Me miras y no te escucho, no quiero ver como recorren mis ojos tu lengua.
No quiero saber como robarte un beso, ni si me va a gustar.
No quiero pensar nada, sólo dejate llevar.
Siente como late, la respiración,
tranquilo, sólo dejate llevar.
Si la vida fuera verte
ese minuto y nada más
Si el fin fuera el comienzo
un suspiro, un llorar
Llora un poco más
y cantame unas cuantas
canciones dónde estás?
Sienteme, te abrazo
Siénteme, te beso
Siénteme, sólo somos y eso es jazz.

jueves, 7 de agosto de 2008

Esos sueños sin vida.

Mi alma está abandonada
Como olvidando un amorío;
El matiz de un cielo ficticio,
Una vieja rama desolada.

¿Qué busca con prisa acalorada?
El deseo de morir tan vivo,
La pena de frustrar un alivio,
La fuerza, esta vida alocada.

Racimos de dulzura agraciada,
Busca un sueño indecente;
Esos que espera la gente,
Con fortuna desesperada.

No olvides esta alma apartada,
Que entre risas y llanto,
Despierta en su manto,
Sintiéndose al fin amada.

a tu lado.

Mauricio oyó el horrible aparato metálico que rugía con estruendosa hipocresía.
Le siguió a este un gutural sonido proveniente de la boca de la mujer que tenía a su lado.
- Maca…Maca despierta.
- ¿Qué pasa?
- Yapo, despierta.
- Si ya estoy despierta…
- Buenos días…Voy a preparar pan… ¿Quieres tostadas o sólo leche?
- Un café.
- Bueno – Dijo esbozando una sonrisa – Te amo.

Sin abrir aún los ojos, sonrió.
Mauricio se levantó con un largo bostezo que prometía un hermoso día.
Afuera del loft hacía un calor que merecía la pena evitar y ya a las 6 de la mañana el centro parecía un infierno colapsado de demonios.
“No quiero” Pensó él.

Volvió al cuarto y se echó sobre la cama deshecha. Cerró los ojos y Macarena lo miró por vez primera.
- Yo también. – Dijo sin proferir sonido alguno.
Era una mañana áspera, fría, descontrolada.
La desnudez del cielo contrastaba con el helado ambiente que reinaba en las calles.

Catalina despertó sintiendo un suave olor a café.
Entre sus plumones y sabanas de seda, ahogó un suspiro y se levantó, sintiendo como su pesada ropa de dormir se aferraba a su cuerpo, prisionera de un súbito calor.

Su pecho desnudo mirando hacia el techo, sus ojos verdosos quebrados en las calles. ¿De qué color es la mentira? Una botella junto al velador, algunas heridas en su espalda, cierto aroma amargo resbalando de su boca, queriendo escapar.
Y otro más.
Recostó su rostro ladeado de nuevo en la almohada, contemplando el bullicio naciente de la ciudad luz.
- ¿Quieres?
- No.
Su pelo dorado se mezclaba con las sábanas de miel. Su cara perfecta era la más hermosa máscara que he visto.

miércoles, 6 de agosto de 2008


Retrato

Se había estado pintando los labios, de seguro, porque los tenia de un extraño color carmesí.
La lluvia, que resbalaba por su espalda y desteñía sus ojos, cada vez más intensos, mojaba su cabello, dejándolo aglomerado y desteñido bajo el ácido implacable.
-Dios- dijo con una voz irresistible, devastadoramente incansable, de una lucha en vano y sin lugar en ese tiempo.
Se mordió, insegura, el labio inferior, arrebatándole el rubor a aquellos trazos perfectos y delicados, que suavizaban su rostro impúdico.
Me miraba con ojos descorazonados, como esperando una gran noticia, un te amo, un no me dejes, un no puedo vivir sin ti.
Pero a mi no me salían las palabras, estaba lánguido en aquella esquina, congelado por un segundo que daba señas de ser eterno. Con las manos en los bolsillos de aquella chaqueta de gamuza, aquella prenda que me robaría unas anécdotas, aquella prenda que me regalaba burlas en la oficina.
Buscaba algo, claro, no era que no supiera donde meter las manos. Sabía, sabía yo que bien la pude haber abrazado, cogido entre mis brazos sin el menos esfuerzo, y besarla apasionadamente bajo la lluvia, como en esas películas que solíamos ver los viernes nublados, en el departamento antiguo que ella llamaba retro a modo de consolación.
Si, buscaba, hurgaba en mi bolsillo izquierdo como si se me fuese la vida en ello, las palabras de ella, su mirada inquisitiva, esos cristales celestes que brillaban milagrosamente en aquella oscuridad, perdieron total sentido para mi.
Recuerdo bien que la llegue a mirar con pesadumbre y fastidio: Porqué no se irá.. Porqué ha de seguir aquí, que inoportuna.
Buscaba, claro, un papelito, una pequeña bolita de papel que estaba atrapada en una costura mal lograda, adentro de la chaqueta.
En un comienzo la busqué por nervios, al meter mi mano allí, pero poco a poco comenzó a ser un asunto serio, un impulso impetuoso que necesitaba atención, y ya no solo atención, sino toda la que podía entregar.
La miraba con ojos inocuos, completamente vacíos.
Ella debió notarlo, porque inclinó ligeramente su frente hacia mí, sin bajar la mirada, hasta hacerla casi insostenible. Casi.
Yo no podía estar ahí parado más tiempo. Era suficiente, había perdido totalmente el hilo de la conversación y no recordaba con cordura porqué estábamos varados en aquella esquina húmeda, bajo esa llovizna rancia y rodeados de neblina que invitaba a ser mal afortunado.
No entendía y, eso, me estaba poniendo de mal humor.
Veía su cara ridícula, esperando algo imposible, una frustrada mueca de aceptación, un gesto grotesco de clemencia irracional.
De pronto bajó la mirada y relajó las cejas. Levanto su rostro humillado y clavó su alma en mis ojos.
En ese momento no la miraba ya a ella…Eran dos ojos que me amaban, la calle y yo, vestido de idiota, con las manos en los bolsillos de un yérsey desarreglado, buscando una patética pelotita de papel vieja, seguramente un recibo o un residuo de pañuelo usado.
Me vi minúsculo e inmaduro, la vi tan sincera como nunca la había visto en mi vida. Sus pupilas dilatadas me cortaban, me trizaban el rostro, partían mis labios, quebraban mis ojos. - Ven, salgamos de aquí- le dije con el tono más varonil que pude articular.

+

Bajaba la tinta por mi mano, convirtiendo la áspera piel en sangre impúdica, que se burlaba de mí a borbotones y que colonizaba lo único que me pertenecía: Mi mano. Esa única mano.
Y ahora yacía atormentada, bajo un sueño aparente, desvergonzada bajo el sol ardiente, desnuda, transparente, calcinada.
Sobre todo, moribunda.

- Mierda.
Arrojé el tintero infame y me levanté hasta el lavadero de madera putrefacta, de agua resbaladiza e impregnada de olores, a la cual calificar de incolora era una falacia sublime, casi osada.

- Mierda.
Se preguntarán si mi vocabulario se ha adueñado de esa palabra, y sí, desde ahora “mierda” es mía, me la he apropiado y me pertenece, ya mucho más que “hola” y “vamos”.

La llave no funcionaba; giraba sin sentido alguno sobre un eje enfermo, egoísta, que estrangulaba hasta la última gota del primer indicio, bloqueaba mi esperanza, alimentaba mi frustración, yo, mirando con ojos fascinados e insolentes, aquel sublime momento en el que la vida nos juega una racha de disconformidad, como para decir, eh, que no viven solos aquí, que yo nací con y por ustedes, no me salgan con que dioses somos todos y aquí me mando sólo.

Creerse Dios es el peor pecado en este cielo infernal, y yo iba en ese sendero, acariciando cada oportunidad que tenía para pensar en lo que iba a hacer, en lo que iba a ser, en cómo mofarme de aquellos homófonos, en como darle vueltas a la vida, como si de una humilde piedra se tratara, y el mar fuese mi dominio.

Adiós

Me miró con sus ojos quebrados y sus pupilas infinitas cayeron en mis oídos como si fueran plomo. Su pesada mirada se hacía insostenible mientras apretaba con mis dedos aquella billetera de cuero negro.
Sin decir una palabra, me rasgó con sus cortas pestañas y sus pobladas cejas, que enmarcaban a la severidad personificada en la que se había convertido.
Mis dientes apretaban con ahínco mi labio inferior, esforzándome por contener el tintineo de mi barbilla.
Mis grandes ojos negros chocaron con sus grisáceos espejos y de mí se escapó un gimoteo, como el de una cría de gato.
No pude contener una lágrima, la cual hizo tensar todas mis facciones, para demostrar firmeza pese al acto humilde del que nunca podía escapar.
Su rostro me miró ahora con sincera ternura y decepción, una desconsoladora mezcla que convierte a la memoria en una gran culpa.
Mis manos temblaban y mis dedos inconscientemente fueron perdiendo sus fuerzas y dejaron caer el objeto que sostenían antes con tanto orgullo y resistencia.