domingo, 30 de agosto de 2009

Cortos 1

Tenía en su mano una cuchara, con la que cada cierto tiempo revolvía su café.
Sabía que estaba en una casa de putas, pero ahí el café tenía sabor a canela y olor a jazmín.
De vez en cuando echaba una mirada nerviosa a los transeúntes que transitaban por el corredor.
Viejos decrépitos, mujeronas baratas y un par de chiquillos torpes que se tocaban con disimulo en el vestíbulo de espera.
El olor era algo parecido a una cafetería en donde todas las mujeres usaban perfume con olor a pachulí, con grandes cantidades de alcohol.
- ¿Cómo te llamas, bonita?
Alicia miró descuidadamente al hombre que se había sentado a su lado sin que ella se hubiese percatado. Era un jóven de pelo enmarañado, mandíbula ancha, naríz enjuta, labios resecos y ojos inundados de un azul profundo.
Parecía un soldado de vuelta al hogar. Sonreía afable y francamente, mientras se mordía un costado del labio. Su pelo claro se confundía con la oscuridad de sus cejas y su mirada se condensaba en un lugar ajeno a este mundo.
- Tranquila, si quieres me marcho. - Dijo sin dejar de sonreír, al ver que Alicia volvía la mirada hacia el corredor.
- No tienes porqué, yo lo haré en un segundo - Dijo ella sonriéndole amargamente.

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